Entrevista a María Jesús Puchalt, autora de 'No hay bisontes en los valles de amapolas' (Sargantana)

Entrevista a María Jesús Puchalt, autora de 'No hay bisontes en los valles de amapolas' (Sargantana)

No hay bisontes en los valles de amapolas (Sargantana) es una historia sobre la búsqueda de la identidad, la familia, la culpa… narrada exquisitamente por María Jesús Puchalt.

Entrevista: Susana Alonso

¿Cuál es el hilo detonante para escribir esta novela?

El interés y hasta incluso la obsesión por escudriñar en las relaciones humanas, en las relaciones familiares en concreto. Las contradicciones personales, las mentiras, los secretos, el complejo universo de las reacciones del ser humano ante cualquier situación que le sobrepase y, por supuesto, los miedos que alberga durante toda su vida, así como las distintas maneras de hacer frente a ellos, a veces con mentiras, otras con negación y, en algunos casos, macerando una lenta y compleja venganza, como es el caso de No hay bisontes en los valles de amapolas. Es una historia de personalidad, de búsqueda de la identidad de todos sus personajes, al igual que ocurre en la vida real, van reclamando su lugar, su yo, su voz… Da igual que tengan dieciocho años como Blanca y se enfrente a una identidad vulnerable e inexperta; da lo mismo que se trate de Pepa, que lleva toda su vida alimentando sus remordimientos, o de Manuel, que se abandona al recuerdo y la melancolía hasta el punto de olvidarse de sí mismo. Todos andan en busca de una identidad desconocida o de una identidad nueva, todos buscan encontrarse en un lugar distinto…

 

«… y de eso salen mis historias: de la ilusión, de la entrega, del amor, del dolor, de la cobardía, del abuso, de la fortaleza y de la esperanza, de mucha esperanza».

 

Se dice que los escritores soléis tener temas recurrentes a la hora de escribir vuestra obra. En tu caso, la familiar, el amor, el desamor, los abusos en todas sus vertientes parecen ser algunos de ellos. ¿Por qué te interesan estos argumentos? ¿Destacarías alguno más?

El escritor es simplemente un hombre. Un hombre con imaginación, un hombre que escribe, que quiere contar… y quiere contar, como decía Juan José Millas: «Porque no se encuentra bien». En definitiva, un ser que alberga las mismas obsesiones que alguien que no se dedique a escribir. En mi caso son muy claras: yo vengo de un matriarcado, de un largo y complejo universo de mujeres fuertes, valientes, emprendedoras, pero también terriblemente intensas y agotadoras, de esas que te llenan de magia y te asfixian al mismo tiempo. Esas mujeres impregnaron mi alma de lugares comunes, aunque también de incertidumbre y de miedo, de esa necesidad de estar a la altura, de esa necesidad de excelencia… A lo largo del camino me he encontrado hombres buenos y maravillosos, gracias a ellos he llegado hasta donde estoy, pero también he tenido que sobreponerme a seres realmente malvados, personas que te anulan, que te boicotean, que utilizan su fuerza y su poder para que te abandones y dejes de pensar; al amor mal entendido, al amor interesado, al amor inventado…Todo eso me obsesiona y a la vez me apasiona porque forma parte de la vida, y de eso salen mis historias: de la ilusión, de la entrega, del amor, del dolor, de la cobardía, del abuso, de la fortaleza y de la esperanza, de mucha esperanza.

En esta ocasión, además, nos encontramos un trasfondo histórico: el hundimiento del submarino español C4 en tiempos de paz. ¿Qué te hizo integrar este hecho en la trama?

Necesitaba encontrar un acontecimiento histórico que sirviera de pórtico de entrada para presentar a la familia Estevill. Un hecho complejo y desgarrador que justificara la vida y las relaciones de todos sus miembros. Siempre busco esa razón que nos hace ser como somos, esa razón que nos arroja muchas veces al abismo de nuestros propios delirios, esa circunstancia inesperada que de forma despiadada va a conseguir que entre un instante y otro de nuestra vida se instale un abismo.

El hundimiento del submarino C-4 en aguas baleares me dio esa puerta, y el poema de Jhon McCrae «En los campos de Flandes», hizo el resto.

 

«Uno puede tener el deseo de crear, la facilidad de hacerlo, pero lo importante es hacer fácil lo difícil; “la difícil facilidad”».

 

¿Cómo fue el trabajo de documentación sobre este acontecimiento trágico tan poco conocido?

Tuve la suerte de encontrar a la persona indicada, D. Diego Quevedo, oficial retirado de la Armada Española y submarinista. Un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a conocer todo el misterio que rodeó a los submarinos clase-c. Tuvimos diversas conversaciones en Cartagena, su ciudad natal, lugar donde ha prestado sus servicios en la base de submarinos Isaac Peral. Me contó lo que necesitaba saber, me orientó en la búsqueda de documentos y me facilitó gran parte del material que sirvió para documentar la tragedia. Gracias a él estos «bisontes» fueron tomando cuerpo…

Es notoria la importancia que le das a la palabra. Una narrativa tan depurada y profunda ¿se consigue con técnica, tesón o se lleva innata?

Como se dice en el Cancionero General de 1511 «Nunca mucho costó poco».

Uno puede tener el deseo de crear, la facilidad de hacerlo, pero lo importante es hacer fácil lo difícil; «la difícil facilidad» se tiene que adquirir, depurar, se han de emborronar muchas historias. Al sol siempre le precede la bruma, y eso se ha de trabajar.

Se trasluce en tus novelas que les das una gran valor a los personajes secundarios. ¿Qué te motiva a hacerlo? ¿Cuál de ellos destacarías de aquí?

Los personajes secundarios son fundamentales. Tanto estos como las distintas tramas que sustentan a la acción principal han de estar muy elaborados. No vale solo la historia, no vale solo un buen protagonista o antagonista. Los personajes secundarios, como en la vida, son los que están siempre ahí, por eso el escritor debe darles la importancia que merecen y trabajarlos, exprimirlos…, hasta que no salga ni una gota más.

Esta novela no sería la misma sin la abuela Carmen y su particular santoral, sin Engracia y su insolencia permanente o sin Rosario y su afición al anís y los boleros.

 

«… lo que busco es arrollar a quien me lea, sacudirle, como si lo pisara un tren y para eso necesito que los personajes sean fuertes».

 

¿Te resulta difícil utilizar el humor como herramienta para desdramatizar los temas íntimos que tratas?

No, el humor es algo fundamental para mí, y también para mis novelas. El humor me permite los giros, me ayuda a lograr la empatía del lector, me da la oportunidad de rebajar el dolor en unos grados, de la misma forma que sucede en la vida real.

 

¿Dirías que algunos de tus personajes son de naturaleza intensa? ¿Qué buscas transmitir con ellos?

Te diría que todos lo son; cada uno a su manera y por sus circunstancias, pero todos lo son. Desde el más importante hasta el más insignificante muestran una intensidad vital que es necesaria, porque lo que busco es arrollar a quien me lea, sacudirle, como si lo pisara un tren y para eso necesito que los personajes sean fuertes aun en su frustración, aun en su inseguridad y en su dolor y también cómo no, en su alegría y, desde luego, en su esperanza.

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